Esta cuarta entrega del ciclo de Alice Cooper y Adan Villagrán, dentro de la saga del Orden Estelar, nos presenta a este último antes de pertenecer a la organización interplanetaria, y nos lo presenta como un buscavidas, un personaje convertido en timador por circunstancias de la vida, pero que sus escrúpulos pronto lo llevarán por el buen camino de la mano de su posteriormente inseparable Alice. La trama, como suele ser habitual, sencilla, ágil y que engancha desde el principio. Entretenidisima, como siempre. Por su modo de elaboración y esa premura para escribirlas, las novelas del Orden Estelar, a menudo, parecen sacadas de la realidad de ese momento y transportadas a un mundo futuro ficticio; me explico: los temas de las novelas del Orden suelen ser conflictos sociales, políticos, bélicos, intrigas, timos y engaños, amores, envidias y demás pasiones. Pues bien, parecen sacados del momento sociopolítico de la época en que fueron escritas y llevados a la ficción futurista que inventa Torres Quesada para enmascarar aquello de lo que habla y no ser víctima de la entonces existente censura. Es probable que tras leer las noticias del periódico, por la mañana, a Torres Quesada se le ocurriera el tema sobre el que recrear su siguiente historia estelar. Por ejemplo, un titular en el que se hiciera referencia a la guerra civil en Sudán y la intervención estadounidense, se podía convertir en una novela del Orden, aderezada con unos cuantos personajes más o menos arquetípicos, acción a raudales y un enredo amoroso, obligatorio en este tipo de novelas, metido con calzador. ¿Podría ser ésa una fuente de inspiración para alguien que debía entregar un par de novelas al mes? Puede ser. O tal vez soy yo, que me imagino al ingenioso Thorkent sacando de un titular toda una novela...
Lo dicho, A. Thorkent en estado puro.
Por cierto, ¿ por qué Alice Cooper se llama igual que un solista de rock que apuesta por la desaparición de los colegios? Sería interesante saberlo... ¿Coincidencia? No lo creo.
