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Saludos fans de la Ciencia Ficción!!!Me llamo Iván Avila y os doy la bienvenida a mi blog. En él encontraréis un espacio en el que compartir nuestras inquietudes, visiones y gustos sobre la Ciencia Ficción y la literatura Fantástica en general. Cada semana iré introduciendo un relato de cosecha propia, junto con comentarios sobre mis lecturas, recomendaciones, clásicos, novedades y demás historias.Espero que lo visitéis a menudo y paséis un buen rato leyendo y compartiendo conmigo nuestra pasión común por la Ciencia Ficción.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Reseña: "Zothique, el último continente" de Clark A. Smith

Tanto había oído hablar de este autor, ligado siempre a Howard y Lovecraft que no podía hacer otra cosa que leer algo suyo, y cuál ha sido mi sorpresa al terminar la lectura de Zothique, pues de maravilla en maravilla resulta que me ha agradado mucho más que los textos de sus compañeros. Son relatos pulp bastante originales, muy bien escritos, con una prosa casi poética y evocadora. Me he sentido mágicamente transportado a mundos de fantasía inusuales y dignos sin duda de ser visitados. Una lectura altamente recomendable. Leeré más cosas de este autor.

5 comentarios:

  1. juego literario: me encanta/detesto.

    los participantes escriben en unos papelitos cosas que les encanten y otra q detesten. se mezclan todos los papelitos y se hacen dos poemas, uno de me encanta y otro de detesto según por orden lo q va saliendo abriendo papelitos.
    ejemplo:

    me encantan los macarrones
    y las tardes de lluvia otoñales.
    me encantan los zapatos con tacón
    tus ronquidos de elefante
    y cuando dejas la taza del water levantada,
    el olor a vainilla, en serio, me encanta.

    Detesto las cerezas
    y las tardes soleadas de primavera.
    detesto los pelos de colores
    y tu sonrisa cuando despiertas
    detesto la injusticia
    y las mentiras, te juro, lo detesto.

    Otra variantes de este juego sería:
    sueño con....


    juego literario un verso cada participante sobre un tema o palabra por ejemplo la noche la vida temas concretos o más abstractos según se desee practicar el juego


    juego literario historia de terror de la a a la z frase comienza con la letra del abecedario correlativa también se puede hacer como poema comenzando cada verso con una letra del abecedario desde la a hasta la z


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  2. Remordimientos.

    "Llega un momento en la vida en el que el cuerpo pide tierra" me había comentado mi abuelo una de las últimas veces que hable con él. Su
    cuerpo, ya cansado por los años y la enfermedad, le decía que debía irse preparando para ese viaje del que nunca se regresa.
    Pero aquella misma tarde - y esto es lo importante de esta historia que os estoy contando - es lo que me confesó después.
    - Mira, hijo,- me dijo.- veo que ya me va llegando la hora, tú ya me entiendes, verdad? pues eso, que ya va llegando el momento de que me
    venga a buscar y no quiero llevar conmigo este remordimiento que lleva cuarenta años corroyendome las entrañas, sabes?
    Yo, claro, no sabía de qué me estaba hablando, así que me calle, con la esperanza de que prosigue y me aclarase la duda.
    - Hace muchos años, poco después de la guerra, maté a un hombre... bueno, no sé...sí, bueno, un hombre, sabes? un vecino mío, allá en el
    pueblo; jamás dije una palabra cuando preguntaron por él y luego, bueno, ya sabes, nos vinimos a la ciudad y...- narraba mi abuelo con la voz
    entrecortada.
    Yo, perplejo ante tamaña noticia, ni siquiera pestañeaba; jamás creí que mi abuelo, un hombre afable y bonachón donde los hubiera, fuese
    capaz de matar siquiera una mosca. Al ver mi cara circunspecta, continuó.
    - Pero no te lleves a engaño,- dijo - fue sin querer, por supuesto, pero lo maté y me he arrepentido toda mi vida y lo he tenido presente cada
    día durante muchos, muchos años. Fue algo increíble, que nadie creería, sabes? y aquellos eran tiempos muy difíciles y Ramón era un
    falangista y.. ah, tú tampoco me crees, no es así?
    Yo hice un gesto como de no saber qué creer, pero no dije nada, tan sólo quería saber más sobre aquella historia.
    - Mira, fue una madrugada de primavera del cuarenta y pico, ya te he dicho, poco después de la guerra; yo andaba con las ovejas por el
    campo, cuando lo vi: un lobo, acechando, alrededor del rebaño, escondido, agazapado entre las zarzas; entonces, cogí la escopeta y me
    acerqué todo lo que pude; te lo juro, hijo, que era un lobo, por todos los santos! lo tuve a tiro y disparé. Le oí aullar y caer al suelo; corrí
    hacia él y he aquí lo que ocurrió, lo que nadie creería, el lobo, según se desangraba por la herida del disparo, se iba convirtiendo, como por
    arte de magia, en un hombre; ya no aullaba, se quejaba, lloraba, como un hombre y ese hombre era mi vecino Ramón; lo juro por lo más
    sagrado que así fue.
    Se detuvo entonces. Tenía los ojos vidriosos por la emoción del relato, al recordar aquel momento, con la vista perdida, rememorando lo
    sucedido; pestañeó y girando la cabeza, me miró fijamente.
    -Eso es lo que pasó, hijo, maté un lobo que se convirtió en un hombre... por Dios, ni siquiera había bebido un cuartillo de aguardiente; estaba
    bien despierto y sereno!
    -Y lo enterraste y volviste a casa.- me atreví a comentarle para que prosiguiese la narración.
    - Sí, eso fue lo que hice, lo enterré tras una loma que hay camino de Fuentesauco y volví a casa. A los pocos días echaron en falta al pobre
    Ramón y cuando me preguntaron dije que no sabía nada de él, que no la había visto desde la procesión del Viernes Santo. Al final, se
    cansaron de hacer preguntas y buscarlo y lo dieron por desaparecido. Por aquel entonces ocurrían cosas así, sabes? Me refiero a después
    de la guerra, y no se removió mucho el asunto. El caso es que yo quiero finiquitar esto que me lleva reconcomiendo tantos años y morir
    tranquilo, sabes, hijo, por eso te lo cuento a ti; yo ya estoy viejo y hecho un trapo, pero yo sé que tú me puedes ayudar...
    Se quedó pensativo un momento, en silencio, mirandome como esperando una respuesta.
    -En qué quieres que te ayude, abuelo?- accedí, aunque me tenía la respuesta.

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  3. Quiero que vayas donde está enterrado el Ramón y que le desentierres y cuando lo hayas hecho avises a la Guardia Civil y les dices que has
    encontrado el esqueleto de un hombre por casualidad, mientras caminabas por el campo, así podrán darle cristiana sepultura y podré morir
    algo más tranquilo. Espero que Dios me perdone con esto y si arrepentirse sirve de algo.
    Y así lo hice. Fui hasta donde me había indicado mi abuelo de la forma más precisa que pudo; al parecer no había equivocación posible, pues
    había una encina solitaria y junto a ella un hito de separación de tierras en el camino entre Fuentelapeña y Fuentesaúco. Allí lo encontré y al
    caer la tarde, asegurándome que no hubiera nadie merodeando por los alrededores, me dispuse a cavar con la pala que había llevado para la
    ocasión, alumbrado por la tenue luz de una linterna. Comenzaba a despuntar el alba, cuando topé con algo blanco y duro, sin duda los restos
    del tal Ramón. Con cuidado, fui apartando la tierra que había sobre ellos y sin ser un experto en Zoología, pude comprobar con estupor que
    aquellos no eran los huesos de un ser humano, sino los restos de un cánido, en este caso concreto, de un lobo. Hice unas cuantas fotos con
    el teléfono móvil y volví a enterrar a toda prisa los huesos de aquel animal. Subí al coche y me encaminé de vuelta a casa. Tras hora y media
    de viaje, llegué a Valladolid y me dirigí a la residencia de ancianos en la que se encontraba mi abuelo. Volé por las escaleras hasta la segunda
    planta, donde se encontraba su habitación, y llamé a la puerta insistentemente. Desde el pasillo, una celadora me increpó que aquellas no eran
    horas de visita, pero de todas maneras mi abuelo no estaba, se lo habían llevado esa misma mañana al hospital: el cáncer ya estaba muy
    avanzado y el desenlace parecía cuestión de días, tal vez horas. Le agradecí la información a la celadora y marché corriendo rumbo del Hospital Provincial. En la cuarta planta, habitación 408, se encontraba un moribundo Teófilo Nieto Martín de ochenta y nueve años de edad.

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  4. Allí estaban muchos de mis familiares, a los que hacía años que no veía, pero en estas ocasiones ya se sabe...
    Tras saludar lacónicamente, me acerqué hasta la cama en la que yacía postrado mi abuelo.
    -Abuelo! - le dije - Abuelo, me oyes? Tenía una máscara de oxígeno en la cara, pero su mirada se clavó en mí. Me hizo un leve gesto de
    asentimiento y a la vez de premura por saber qué había encontrado en aquel paraje zamorano.
    -Abuelo, era un lobo, un simple lobo.- casi le susurré al oido, como si no quisiera que nadie más en aquella claustrofóbica habitación se
    enterase de lo que le estaba comunicando.- De veras, abuelo, sólo un lobo.
    No sé, pienso que no me creyó del todo, pero suspiró hondo y cayó en un estado de letargo durante unas horas. El médico reprendió a mis
    familiares diciéndoles que no podía haber tanta gente en la habitación agobiando al paciente. Yo creo que ya mi abuelo empezaba agonizar y
    no se enteraba de mucho; tan sólo sé que llegué justo a tiempo para que escuchará mi mensaje y, digo yo, poder descansar un poquito más en
    paz.

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  5. El ídolo mágico.


    Un día, el abuelo de Jorge, llegó de visita a su casa con un regalo muy especial para su nieto: una estatua mágica. La había encontrado en unas excavaciones que había hecho en América, en su último viaje. Y es que el abuelo de Jorge era arqueólogo.
    - Mira, Jorge,- le dijo su abuelo.- esta estatua la desenterré en un templo azteca dedicado al dios del sol y concede fantásticos sueños a aquel que duerme en la habitación en la que se encuentre la estatua.
    - Oh!- se sorprendió Jorge, que no dejaba de mirar fijamente a la figura que le había regalado su abuelo.
    Era una estatuilla no mucho más alta que un Playmobil, con grandes orejas y una especie de corona hecha con rayos solares, que parecía irradiar luz. Jorge, lejos de asustarse por las propiedades mágicas del fantástico regalo, decidió ponerla en la estantería de su habitación y dormir con ella aquella misma noche. Pasó la tarde y el abuelo se despidió de Jorge, pues se marchaba de nuevo de viaje en busca de nuevas reliquias que descubrir.
    -Ya me contarás.- le dijo dándole un beso y guiñándole un ojo.
    Cuando llegó la noche, Jorge se metió en la cama excitado, dispuesto a comprobar la veracidad del regalo de su abuelo. Al principio le costó conciliar el sueño porque estaba un poco nervioso, pero finalmente acabó durmiéndose. Aquella misma noche, Jorge tuvo fantásticos sueños. Soñó que era un valiente astronauta que viajaba hasta Saturno y recorría en un coche espacial los enormes anillos que rodeaban el planeta como si de enormes autovías se tratara. Cuándo despertó por la mañana no podía creérselo de la emoción; su abuelo tenía razón, aquella estatua era realmente mágica y proporcionaba sueños fantásticos a aquel que dormía en la misma habitación en la que se encontraba la estatua. Pasó todo el día en el colegio pensando en la siguiente noche, en nuevos sueños maravillosos y sin decir una palabra de aquello a sus compañeros. La segunda noche soñó que era un famoso explorador qué descubría animales únicos en selva remotas que nadie jamás había visto antes. La tercera noche se convirtió en el capitán de un submarino que recorría las profundidades del océano en busca del famoso calamar gigante... Y así, noche tras noche, Jorge se transformaba en un temido pirata en busca del mayor de los tesoros conocidos o en un atrevido piloto de avioneta que cruzaba el polo norte sin escalas; viajaba a la época jurásica y huía de los fieros dinosaurios o se convertía en un gran mago que hacía aparecer del fondo de su chistera jirafas en vez de conejos o se despertaba ensayando la más difícil acrobacia en el trapecio de un circo...
    Pero un día, Jorge se fue de excursión con sus compañeros de colegio y debía pasar la noche fuera de casa en un campamento y había dejado olvidada la estatua en casa o tal vez no había querido llevársela por miedo a que se la quitasen mientras dormía o le pasase algo y se rompiese. El caso es que creyó que esa noche dormiría sin soñar nada fantástico y maravilloso ya que no tenía consigo la estatua. Pero se equivocó. Al caer rendido, tras el ajetreado día de excursión, tuvo el más fascinante de los sueños: en él, era un aguerrido caballero medieval que salvaba a una hermosa princesa de las garras de un terrible dragón y el rey le concedía la mano de su hija por haberla salvado.
    - Cómo es posible? - se extrañó Jorge.- Cómo he podido tener un sueño tan fantástico sin la magia de la estatua?
    No lo podía entender. Se sentía engañado. En cuanto viese a su abuelo, se lo diría. Y así lo hizo.

    Unos días más tarde, el abuelo acudió de nuevo de visita a casa de Jorge, tras un viaje a China y le preguntó qué tal los sueños y la estatua.
    - Abuelo, me has engañado.- le dijo Jorge un tanto decepcionado.- Esta estatua no es mágica, no vale para nada, puedo soñar sin ella.
    Su abuelo, al escuchar las palabras de su nieto, esbozó una sonrisa llena de ternura y satisfacción. - Entonces, puedo llevármela? Sí, me la llevo, tienes razón, ya no te hace falta para nada.
    Y dándole un beso en la frente, se marchó aún con la sonrisa en los labios.

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