Curtis Garland: una de cal pero muchas de arena.

Mi afición por los bolsilibros viene de lejos. Ya a finales de los años ochenta iba con mi hermano mayor y mi abuelo a cambiar cromos y novelas de a duro a "Cantarranas", concurrida plaza y punto habitual de encuentro entre los coleccionistas vallisoletanos de la época. En aquellos tiempos en que el "Super Humor", Zipi y Zape o el corsario de hierro llenaban nuestros infantiles cajones de la ropa interior, también había un hueco para mis primeros bolsilibros, en especial los de A. Thorkent y Curtis Garland. Sin embargo, mi acercamiento a ellos ha sido intermitente a lo largo del tiempo. Los años de adolescencia fueron ocupados por la poesía y lecturas más inflamadas y profundas o por las más académicas ya en la Universidad. Pero siempre volvía a ellos como quien encuentra un juguete antiguo y se maravilla al desempolvarlo. Estos últimos años, la falta de tiempo y el deseo de leer algo sencillo y ameno, han hecho de los bolsilibros mi lectura predilecta, en especial en el trayecto de ida y de vuelta al trabajo. Y es ahí donde me he reencontrado con Alice Cooper y compañía. Pero especial mención quiero hacer de las obras de Juan Gallardo. De todas las novelas que he leído de él, alrededor de treinta, tan sólo una me decepcionó sobremanera, "El corsario púrpura", el resto cumplieron con creces sus expectativas. Destacaría algunas como la genial "Sin tiempo ni espacio", firmada como Johnny Garland o "Una cuerda para Logan", "Sólo se muere dos veces", "Promesa en el patíbulo", "Boda de ultratumba" o "La conjura" entre otras si bien muy entretenidas, menos originales. Lo dicho: Curtis Garland ofrecer.