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Saludos fans de la Ciencia Ficción!!!Me llamo Iván Avila y os doy la bienvenida a mi blog. En él encontraréis un espacio en el que compartir nuestras inquietudes, visiones y gustos sobre la Ciencia Ficción y la literatura Fantástica en general. Cada semana iré introduciendo un relato de cosecha propia, junto con comentarios sobre mis lecturas, recomendaciones, clásicos, novedades y demás historias.Espero que lo visitéis a menudo y paséis un buen rato leyendo y compartiendo conmigo nuestra pasión común por la Ciencia Ficción.

jueves, 29 de mayo de 2014

COMENTARIO: Pseudónimos, negros literarios y bolsilibros.

Estas semanas atrás he estado leyendo unos cuantos bolsilibros de Marcus Sidereo y reconozco que tan sólo uno de ellos me ha resultado sumamente entretenido, a pesar del habitual final apresurado de este tipo de novelitas, que acaban casi siempre por desvirtuarlas. Esta novela en cuestión se titula "Los descendientes", cuya lectura recomiendo. Las otras dos obras me parecieron horrendas, la verdad, y parecían haber salido de otra pluma. Investigué un poquillo y efectivamente descubrí que el pseudónimo de Marcus Sidereo fue utilizado por varios autores a la vez, cosa que en aquella época debió ser más común de lo que muchos escritores de bolsilibros estaría dispuesto a reconocer. De ahí la dispar calidad y capacidad de entretenimiento. Investigando otro poco, acabé sabiendo que las editoriales de este tipo de publicaciones tenían todo un entramado creativo, algo así como un taller literario, para facturar tantas y tantas novelas al mes, incluso semanalmente. Al parecer, existía una pléyade de guionistas creadores de argumentos y seriales, que eran los que se devanaban los sesos en busca de tramas más o menos originales (si no plagiaban descaradamente a un autor anglosajón o la película que habían visto la semana anterior), cuyos guiones literarios pasaban a los profesionales de la escritura, negros literarios o como quieran llamarlos, que en cuestión de días o semanas desplegaban aquel argumento y lo convertían en un bolsilibro. Así de simple y sencillo. Y al fin y al cabo, lo que menos importaba era bajo qué pseudonimo se publicaba.

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