La cepa bacteriológica K2Q llegó a la Tierra con el asteroide. Cayó en mitad del vasto desierto de Arabia. Fue noticia en el telediario por su estrepitosa irrupción en la atmósfera, pero poco más. No hubo daños humanos que lamentar.
Los primeros en contagiarse fueron aquellos que se acercaron al más amplio de los cráteres, formado como consecuencia del impacto del fragmento más grande de los muchos en que se había descompuesto el asteroide en su brutal impacto con la atmósfera. Pastores de cabras beduinos y avispados científicos europeos fueros las primeras víctimas de la agresiva y desconocida bacteria extraterrestre. Esos mismos ciéntificos fueron los culpables de llevar el virus a Europa, mientras los contagiados autóctonos hicieron lo propio con las cercanas poblaciones asiáticas y africanas.
En cuestión de meses, la plaga se había extendido por medio planeta. No sólo afectaba a humanos, el resto de mamíferos, así como reptiles, peces y anfibios eran igualmente contagiados.
En dos años, el terrible invasor K2Q se había hecho dueño de la Tierra. Algún grupúsculo aislado de humanos sobrevivía contando las horas que les quedaban para su extinción.
La llegada de K2Q acabó con todo. La Tierra quedó asolada.
Hace millones de años la vida en el joven planeta Tierra comenzó así, con la llegada del exterior de vida bacteriológica adherida a meteoritos que bombardeaban sin cesar su corteza. Y así empezaba de nuevo, millones de años después, con K2Q, como en un eterno retorno...
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